lunes, 7 de febrero de 2011

HOWLIN / Capítulo 7: Planes

I

     Lo que al principio fueron unos pocos árboles muy pronto se convirtió en un bosque verde y frondoso. Jack les ofreció pequeños frutos amarillos que sacó de unos arbustos. Mau se los llevó a la boca sin echarles ni siquiera una mirada, pero el Negro les daba vuelta entre los dedos y los olía.
  -No son venenosos, si eso es lo que te preocupa- dijo Jack. 
  El Negro estiró los labios en lo que podría llamarse una sonrisa y se puso en la boca algunos de los frutos. Mordió y el jugo le resbaló por la barbilla.
  -Ya está oscureciendo y estamos cansados. Pasaremos la noche aquí y mañana seguiremos viaje- explicó Jack-. Llevo algo de arroz en las alforjas. No es mucho, pero peor es nada. A unos metros, yendo por esa senda, se llega a un arroyo. Voy a ir a buscar agua mientras ustedes juntan algo de ramas y troncos para hacer un fuego.
  Jack desapareció por la senda. Mau y el Negro se miraron.
  -¿Y ahora qué hacemos?- preguntó el Negro.
  -Lo que él dijo- se encogió de hombros Mau-. Yo tengo hambre.


II

  Rolo observó la pistola que Bereg le había puesto en su mano y luego volvió la vista a él. Este le guiñó un ojo. Llevaba los dos primeros botones de la camisa desabrochados, pero eso no le quitaba de ninguna manera esa aura de respeto que lo rodeaba.
  -Esa pistola dispara dardos tranquilizantes. No queremos que por ningún motivo se deje llevar por su ansia de venganza y nos descalabre todo el asunto. La pistola carga seis dardos y son de efecto inmediato. Tienen unos efectos colaterales un poco desagradables: diarrea y vómitos.
  A Rolo le pareció bien. Ya que no podía matarlo al Negro (por lo menos no en el momento), verlo vomitar y cagarse encima era una buena forma de comenzar su venganza.

III

  Apo y Ugi estaban afuera contemplando las estrellas.
  -Sabíamos que esto ocurriría tarde o temprano- dijo Ugi.
  -La última vez estuvimos a punto de desaparecer. ¿Qué te hace pensar que esta vez va a ser diferente?- le preguntó Apo.
  -Algo tenemos que hacer. Si nosotros caemos…
  Dejó la frase a medio terminar.
  -Los haces están débiles, Ugi. Caeremos, queramos o no.
  -Dicen que un pistolero se acerca a la Torre.
  Apo rió.
  -¿Un pistolero? Los pistoleros han dejado de existir hace años. Y además, si fuera cierto, ¿qué podría hacer él?
  -No lo sé- se encogió de hombros Ugi. 
  -Dejemos esas historias fantasiosas para los niños. Una sola persona no inclinará la balanza para ninguno de los dos lados, sea pistolero o no. ¿Alguna noticia sobre Mau?
  -Debemos esperar que use una puerta para localizarlo.
  -¿Cómo pudo suceder esto?- se preguntó a sí mismo Apo.
  -Algunas cosas suceden sin razón- dijo Ugi.
  -¿Piensas que él ya tienen idea de esto?
  -¿A quien te refieres?
  -Al hombre de los trajes.
  -¿Valencia? ¿Todavía te acuerdas de él?
  -¿Cómo olvidarlo? Él me hizo esto.
  Apo levantó la cabeza y se señaló el cuello. Una cicatriz se la recorría, una línea rojiza imperfecta en donde no crecía la barba.
  -El maldito un poco más y me pasa a degüello.
  -Él tampoco se la llevó de arriba, si mal no recuerdo. Cruzó la puerta muy mal herido. Igualmente, ya debe estar muerto, Apo. Pasaron muchos años.
  -Sí, es verdad, pero no puedo dejar de sentir un escalofrío, Ugi. Algo malo va a pasar, estoy seguro.

IV

  -No me gusta- dijo Valencia.
  -¿Qué es lo que no te gusta?- preguntó Bereg.
  -Él- dijo Valencia señalando con los ojos a Rolo, que estaba sentado en una mesa apartada. Comía un trozo de pollo con las manos y masticaba con la boca abierta-. Es un testigo de algo que nunca tendría que haber visto. Y usted sabe que los testigos son peligrosos.
  -Lo sé, lo sé- le quitó importancia Bereg-. Pero tengo ganas de divertirme un poco. Por eso lo mando contigo- se sonrió-. Sabrás que hacer en el momento indicado. Mientras tanto, déjalo gozar de su mínima venganza.
  Valencia se mostró inmutable.
  -Se hará lo que usted diga- dijo.
  -Esta vez no podemos fallar. Son ellos, los Howlin.
  Valencia no pudo menos que sorprenderse.
  -¿Está seguro?
  -Cáceres me comentó que el raro iba descalzo. ¿Le dice algo eso?
  -Lo suficiente- murmuró Valencia.
  -Ten cuidado, Valencia. Cáceres puede disfrutar de su venganza, pero tú no.
  -Me la deben.
  -Entiendo eso perfectamente, pero sus sentimientos no pueden interferir en la misión.
  -Sigo soñando con aquel día, noche tras noche.
  -¿Cuánto hace ya?
  Siglos, pensó Valencia.
  -Mucho tiempo- dijo en cambio.
  -¿Qué te hicieron?- pregunto Bereg-. Siempre tuve curiosidad.
  -Crucé la puerta casi muerto. Subestimé a ese Howlin, lo admito. Es un error que no voy a cometer de nuevo. Los médicos lograron salvarme, pero las puertas se cerraron. Esperé tres años y nada. Los malditos, no sé como, las borraron del mapa. En ese entonces comenzó un nuevo proyecto, un proyecto muy interesante. Criogenia. Me ofrecí como voluntario y aquí estoy.
  -¿Ya le dijeron alguna vez que está loco, Valencia?
  -Yo no me siento un loco. Necesitaba más tiempo y lo encontré. Sabía que en algún momento las puertas volverían a aparecer, y aparecieron.
  -Según tengo entendido, dejó un escrito en donde pedía que lo trajeran de vuelta cuando las puertas aparecieran. ¿Y si no aparecían, Valencia? ¿Tuvo presente ese dato antes de ofrecerse como voluntario? ¿Se iba a quedar en la capsula hasta que las velas no ardan?
  -Era el riesgo.
  Bereg sacudió la cabeza.
  -¿Le puedo hacer una pregunta?
  -¿Qué quiere saber?  
  -¿Sintió algo mientras estaba en la capsula?
  Valencia se quedó callado pensando.
  -Sí- dijo después.
  -¿Qué?- preguntó Bereg inclinándose hacia él.
  Valencia también se inclinó hasta casi tocarse las cabezas.
  -Mucho frío- le susurró.

V

  Los tres descansaban alrededor de la fogata. Jack había llegado del arroyo trayendo unos helechos.
  -Para acompañar el arroz- les dijo al Negro y a Mau.
  Cuando el arroz estuvo listo y le sacó el agua, le echó los helechos que había cortado en trozos. Luego lo revolvió con una cuchara de madera tallada toscamente. Le alcanzó a cada uno un plato lleno y se puso a comer.
  Mau y el Negro lo imitaron. El arroz estaba aglutinado en enormes pedazos y los trozos de helecho eran dulces y jugosos. El fuego explotaba en chispas cada vez que encontraba algún nudo en los troncos.
  -Dejaremos el fuego encendido por la noche. Eso alejara a los animales. ¿Esa arma está cargada?
  La pregunta fue hecha como al descuido mientras seguía comiendo. No había levantado la vista del plato.
  El Negro se miró la cintura. Por encima del cinturón le asomaba la culata de la 22.
  -Sí, está cargada.
  -¿Algún problema si te pido que me la entregues?
  El Negro llevó su mano a la cintura y, como por arte de magia, un revolver apareció en la mano de Jack, apuntándole. Ya no tenía la vista en el plato.
  -Hazlo despacio y usa dos de tus dedos, por favor.
  -Claro- dijo el Negro. De repente temió orinarse encima.
  Sacó el arma y se la tendió.
  Jack la tomó y la puso entre sus piernas. Luego guardó su arma y siguió comiendo.
  -No voy a preguntarte por qué tenías un arma, no es de mi incumbencia, pero me siento más tranquilo teniéndola yo, si no te importa.
  El Negro asintió. Las ganas de orinar eran más fuertes.
  -Ningún problema.- Se puso de pie-. Ahora, si me permiten, necesito ir al baño.

VI

  Apo golpeó la puerta. Cuando Glo la abrió, se enderezó lo más posible y sonrió.
  -¿Algo sobre Mau?- preguntó ella.
  -Nada todavía. Quise venir a hablar contigo para ofrecerte algo. En verdad, necesitamos tu ayuda.
  -Lo escucho.
  -Queremos que vayas a buscar a Mau.
  -¿Yo?- se sorprendió.
  -Mau te conoce y te tiene estima. Confiará en ti. Estate preparada, apenas use nuevamente otra puerta tendrás que ir por él.
  Dicho esto, Apo le dio la espalda y se alejó.

3 comentarios:

Unknown dijo...

Toma forma esto. Noticias sobre Calavera?

Adrián Granatto dijo...

El George está pensando :)

Calavera dijo...

Bueno, más que pensar, estaba recuperándome de una aguda varicela. Aún lo estoy. :( Pero ahora que terminé de leer el capítulo, he vuelto a pensar. :P

Creo que puede ser mi turno... :D

PD: Muy buen capítulo, Adrián. ;)