jueves, 8 de diciembre de 2011

Modelo para armar 3.




El camino del dolor. No recuerdo haber visto a mi abuela riendo, no recuerdo más que una sonrisa en una foto junto a mi abuelo. Yo pensaba que ella se tomaba la vida con seriedad. Con los años me di cuenta que era puro dolor, eso que ella sentía. El más profundo dolor que uno pueda imaginar.
Había nacido en un siglo complicado, el siglo de las guerras, allá por 1902. Fue testigo de ambas. En la primera portaba los años que ahora se llaman adolescentes. La imagino pequeña, púber, escondida en las cuevas, para evitar la venida de los soldados. En la segunda, ella era madre de dos adolescentes. Otra vez a las cuevas, tratando de proteger a sus hijos. El hambre de las dos guerras.
Era fuerte, mi abuela. Su fortaleza residía, supongo, en la forma que enfrentaba el dolor. Se paraba frente a la adversidad como un roble, soportando las inclemencias del tiempo y de los hombres, con la infinita seguridad en lo único que la sostenía: el amor a mi abuelo.
El amor y el dolor. Amar para sufrir. Sufrir para amar.
El modelo del dolor con amor, o viceversa, también me marcó.
autor: Marcela Segal

sábado, 8 de octubre de 2011

Parir




Inspirado en Juan Rulfo  Autor de " El Llano en llamas"


by Anila Rin
En un descuido de Rosita se traspapeló el sobre y la tarjeta fotográfica que había recibido del Centro Cultural Recoleta, con la invitación a la muestra de fotografía  de la artista Tali Elbert.
Cuando recibí la invitación, me movilizó mucho la imagen, y se me ocurrió que podría escribir algo inspirado en ella.
A la mañana siguiente, después de desayunar, me senté frente a la pantalla y empecé a imaginar cual sería la situación de Carmen, y cuanto le faltaría para Parir.
Se me habían ocurrido varias ideas y estaba entusiasmada, pero llegó mi marido, y se puso a contarme las internas de su trabajo, sin considerar que yo estaba trabajando. Sí, porque escribir para mí es un trabajo, aunque lo haga como un pasatiempo, requiere mucha concentración y no puedo concentrarme cuando vienen y me interrumpen, aunque pidiera permiso para entrar a mi escritorio, con el sólo hecho de interrumpir, ya es suficiente para que las ideas se me vayan, vaya uno a saber donde, aunque después vuelven, pero ya vienen modificadas, y nunca son como en el preciso momento de la inspiración
Le pregunté a Rosita por la tarjeta.
_ ¿Está segura que no la vio? Pero mire que era una foto de una mujer que parecía con dolores de parto, es imposible que no la haya visto. _Si yo la dejé acá, sobre mis libros, al ladito de la computadora, ¿cómo usted no la ha visto?
_ No, yo no la he visto, me aseguró.
Yo sé que mi marido no la pudo haber tocado. No señor, el no se mete con mis libros ni con mis papeles. Aunque algunas veces pensando que eran papeles en desuso me ha tirado algunos cuentos. Es que yo tengo la costumbre de escribir e imprimir borradores, y lo que ocurre es que a veces tengo que hacer la lista del supermercado y agarro lo primero que tengo a mano, si total, yo sé que son borradores, jamás haría eso con algo que escribo y que yo sé que esta terminado.
Cuando esta terminado está terminado. Es como Parir. Un cuento te puede salir muy bueno o más o menos bueno, o definitivamente malo, pero es tu cuento. Es como un hijo, a veces te salen hijos lindos, inteligentes, buenos y honestos, otras veces no pero uno los quiere igual, son sus hijos.
A mi me pasa con mis cuentos, una vez que los termino, los quiero. Aunque nadie los lea. A veces ni mi marido los lee. Y no porque sean malos cuentos, si no porque el siempre viene con tantas novedades de la calle, que cuando termina de contarme a mí ya me dio sueño y me duermo.
Aunque yo sabía la respuesta de antemano, le pregunté que si por casualidad no había visto la tarjeta que me había enviado Tali.
_No, yo no la he visto, yo no toque nada de tu escritorio, yo se que a vos no te gusta que te tire tus papeles.
Yo ya sabía que me iba a decir eso, porque él sabe que le puede costar caro si tira algo de mi escritorio. Sabe que si confiesa que lo ha hecho, después tiene que soportar un sermón con mis reproches sobre la privacidad de las cosas de las personas y de escuchar una vez más que yo ni me acerco a su escritorio, porque considero que ahí hay cosas importantes de su trabajo. Y aunque no sean importantes es su escritorio.
Yo había empezado a escribir algo, pero siempre con la fotografía a mi lado, tengo muy fresca la imagen de Antonio, pero no es lo mismo.
A mi se me había ocurrido que Carmen Taborda será madre primeriza en unas horas, pero que ella todavía no lo sabía, estaría cursando el séptimo mes y aún no lo esperaba.
Antonio…Ah!!! ¡Antonio! Él sólo la busca para satisfacerse, poco le importa Carmen, y mucho menos la hija que ha engendrado, después de una noche de copas en lo de Anastasio Jilguero.
La única manera que tiene Carmen de tenerlo cerca es la de permitirle que juegue con las nuevas formas de su cuerpo.
Pero que clase de juego es ese…Antonio Percara, no sabe tratar a una mujer, el sólo sabe de juegos de naipes, apuestas en riñas de gallos, tragos… poco le gusta trabajar y mucho menos para mantener mujer e hijos.
Carmen le contó a Ramona Peralta que Antonio se casaría con ella cuando naciera su hija. Le dijo que Antonio dejaría la bebida, que ya no andaría apostando en las riñas, ni tampoco en los bares cerca de la ruta jugando a los naipes.
Dijo también que buscaría un trabajo más estable, parece que entraría a trabajar en la próxima cosecha de algodón. En el Chaco hay mucho algodón para cosechar y con eso alcanzaría…
Carmen seguiría trabajando, pero ya no estaría como mesera. ¡ No señor! ¡Que esperanza!  Con un hijo ya no se puede andar dando vueltas entre las mesas, los hombres a veces se ponen un poco atrevidos.
Ahora estaría atrás, en la cocina, prepararía comidas y lavaría las copas, así le prometió Anastasio.
Ramona la escuchaba, pero conocía muy bien a Antonio Percara, no era hombre de formar familia, cuantos guachos ya habían nacido y ni los había reconocido, este sinvergüenza.
Carmen estaba ilusionada y soñó que una noche comenzaba a tener contracciones y que Antonio la acompañaba a su lado mientras llegaba Doña Faustita para ayudarla a Parir.
Lo raro es que en casa somos dos, mi marido y yo. Rosita sólo viene de vez en cuando a ayudarme con las tareas de la casa. Y yo a Rosita le creo.

Ross - Café- Rosario