sábado, 23 de julio de 2011

El fantasma. Autor: Enrique de Lasuen.

Don Basilio había sido el único habitante de la casa durante siglos. Mientras vivió, y lo hizo durante noventa años, como propietario de la finca y después de muerto como fantasma, dedicado a hacerles la vida imposible a todos y cada uno de los sucesivos habitantes de la casa.
            Se entretenía cambiándoles las cosas de sitio, arrastrando cadenas durante la noche, haciendo crujir las duelas del piso de madera (hasta que unos propietarios hicieron reformas y levantaron las tablas para poner baldosas, que ya no crujían), abriendo los grifos que los inquilinos cerraban y algunas veces, muy pocas, apareciéndoseles cubierto con una sábana con dos agujeros en donde deberían estar los ojos.
            Esto lo hacía en las contadas ocasiones en que los inquilinos le caían especialmente mal, cuando eran malas personas, ya que él se enteraba de todo lo que se hablaba en la casa y conocía, por así decirlo, la totalidad de los pecados de cada uno., de modo que cuando alguien golpeaba a su mujer o maltrataba a sus hijos, o robaba, o era un asesino, Don Basilio se le aparecía gruñendo a voz en cuello (él creía que los gruñidos añadían un toque teatral al asunto) para interrumpirle el sueño y hacerle huir despavorido, cosa que conseguía siempre, tal era el terror que su imagen infundía en los desprevenidos inquilinos.
            Nicolás era un niño de unos seis o siete años y no es que fuera esencialmente malo, pero era tan travieso que se hacía insoportable para todo el mundo, incluido Don Basilio.  Sin embargo, éste consideraba que aparecerse con su sábana delante del rapaz sería una exageración, así que durante mucho tiempo permaneció en el altillo donde moraba, sin atreverse a vagar por la casa como hacía antes.
            Pero un buen día fue Nicolás el que subió, curioso, hasta el altillo, cuya puerta estaba mal cerrada y sorprendió a Don Basilio enfundado en su sábana.  Lejos de amilanarse, el niño le preguntó “¿y tú quién eres?”  “Soy un fantasma, ¿no lo ves?” dijo Don Basilio un poco mosqueado.
              El niño lo miró de arriba abajo, lanzó una carcajada y dándose la vuelta para volver a la planta baja le espetó: “tonto, los fantasmas no existen”.
           
              La sábana que cubría al fantasma de Don Basilio cayó al suelo inmediatamente 

después de que el niño se marchara y no ha vuelto a moverse de allí desde entonces. 

              Nicolás ya tiene veinte años y nadie ha vuelto a saber nada del fantasma

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