jueves, 3 de febrero de 2011

El viaje de Pau.





Primera parte

            Pau estaba inquieto dormitando en una silla del aeropuerto de El Prat. Le dolía mucho la espalda y ese duro asiento le agudizaba sus contracturas.
        Pensaba en su padre dándole un abrazo al despedirlo y diciéndole:
        -Sé un buen niño adonde sea que vayas.
       El muy adorable cabrón siempre “dando el cante”.
       Pensó en Pilar y el rictus de sus labios desdibujado al despedirlo en el café previo a no verlo por quien sabe cuánto tiempo. Pilar y su “amorosa” condicionalidad:
       “Si estás conmigo, todo; si te vas, ni agua”.
       Pensó en su amigo Juan que le dijo por teléfono:
       -Hasta ahora, coleguita. Pásatela bien, tío, y fóllate a todas las “guiris” “buenorras” que encuentres. ¡Goza, chaval!
      Con la frase de Juan se incorporó en el asiento y emitió una carcajada. Esa sí que es una buena consigna de comienzo de viaje.
      Ya en el avión deseó que al llegar a El Cairo se le relajara el cuerpo. Desayunó con ganas y durmió tan profundo que ni se despertó durante el aterrizaje.
      El aeropuerto era un gran caos, y el calor le pegaba la ropa a su piel. Hizo una larga fila para pagar el impuesto de entrada a Egipto. En internet había leído que serían 25 euros. La lentitud con que se movía la gente de delante le daba más ansiedad de entrar al bendito país.
     De pronto se acercó un hombre de tez cetrina y le preguntó si hablaba inglés, alemán, francés. Él dijo: inglés. Entonces el hombre le ofreció completar el visado ahí mismo en la cola. El aceptó encantado. Completó el formulario y el correcto egipcio le indicó: son 50 euros, y sígame por aquí.
     Pau, algo desorientado, pagó, lo siguió, y en 5 minutos estaba en la calle con su pasaporte sellado. Cogió el primer taxi y directo al hotel.
      Mi vida por una buena ducha refrescante, pensó.
      Ya más fresco y con otra ropa se conectó a internet desde la habitación y le envió un mail a su padre: “Papa, ya estoy en El Cairo, el vuelo ha sido bueno. Recuerdos. Pau”.
      Su padre había sido el gran líder de su vida hasta que le confesó a su madre tener una amante desde hacía 20 años, cuando esta acababa de morir y él no podía disimular el dolor. Ahí Pau comprendió él: “Haz lo que yo digo pero no lo que yo hago” de sus mayores. La madre se mudó a la casa del pueblo pero nunca pudo superar la cruda verdad. Ella hubiese seguido viviendo perfectamente en el engaño antes que tolerar los hechos. Después de enterarse se aisló y se convirtió en una sombra sin deseos ni ilusiones.
      Pau sintió la pérdida de su madre como tal y estuvo mucho tiempo muy molesto con ella por su actitud al tiempo que sus sentimientos hacia su padre tomaban diversos matices.  Por un lado le agradecía la confesión a pesar de que le resultaba algo tardío para todos, a destiempo.
      Su padre estaba preso de la melancolía de la perdida de ambas mujeres y la vergüenza frente a su único hijo. La familia había sufrido un gran impacto y cada uno de ellos tres nunca volvería a ser el mismo.
      Pau decidió “salvarse” y emprender un viaje hacia sí mismo y conocer exactamente que lo haría feliz sin engaños ni deberes. El viaje empezaría con unos días en El Cairo. Necesitaba tomar distancia y creyó que en un sitio tan diferente podría ir perfilando sus verdaderos deseos. Bajó al bar, pidió una Coca Cola y se puso a hablar con una chica de Múnich muy locuaz. Ambos compartirían grupo para visitar el mercado y alrededores, el hotel los había organizado con un guía. La chica era muy simpática y divertida. Dijo llamarse Claudia. Le contó que estaba trabajando en una tesis sobre la mujer en el islam. Ya en el paseo compartieron gustos por el té perfumado y las coloridas especies.
      Un niño le ofreció a Pau cambiarle su mp3 por un escarabajo de piedra de una cantera. Pau dijo "No, gracias", y el niño insistió con la oferta mostrándole un escarabajo más grande. Ante la negativa de Pau el niño redobló la oferta: puso en la palma de su mano dos escarabajos.
      Más tarde se arrepintió de no haber aceptado el trueque al saber que era un símbolo de la fertilidad. Con lo fácil que le resultaba a él comprase otro mp3 y con lo difícil que era para su niño interior descifrar señales.


    Continuará

    Autor: gloria llopiz

3 comentarios:

Adrián Granatto dijo...

¿Me das cinco escarabajos, por favor? Los más grandecitos, si puede ser...

Calavera dijo...

Me has dejado intrigado con este relato, que por cierto tenía pendiente de leer hace días. ;)

Excelente comienzo; espero la próxima entrega!! ;D

@gloriallopiz dijo...

Calavera, aún se está horneando la segunda entrega. Gracias!