viernes, 7 de enero de 2011

Mejor prevenir que depilar.


Divorciarse es como hacerse la cera, cuanto más rápido te quitas los pelos, menos te duele.

Le pedí que recoja las cosas por la tarde, mientras yo estaba trabajando en la carnicería . No quería verlo sacar en etapas, sus cosas de la casa. Lo podía  imaginar metiendo en cajas sus trofeos ganados en los torneos de fútbol sala. (Cabrón! Me dejó sola mogollón de noches de sábado con la excusa de los torneos de los cojones). Lo podía ver juntando sus camisetas (si las habré lavado…), sus libros de Osho (mariquita!), sus mapas de los países visitados (de nada te sirvió tanto viaje...), su colección de entradas al campo de fútbol para ver al Rayo Majadahonda!  (al Rayo!!, looser!!), guardando doblada su chupa de Ferrari.

Lo podía ver dando vueltas en círculo por la sala, como cuando no sabe bien por dónde empezar o cómo continuar. 

El tío que ha dormido del lado derecho de mi cama durante 15 años hoy no  estará dentro de la casa, cuando yo regrese del curro. Ni mañana, ni el lunes que viene, ni el siguiente sábado (día que comerán la “fucking” barbacoa con los choferes de la empresa de buses en la que alguna vez trabajó). 

Mañana me despertaré a las 7 y media y, al apagar el reloj despertador echando hostias, no escucharé su agobiante respiración nasal fruto de su amigo el tabaco. Desde mañana, no lo veré sentado a la mesa de la cocina liando su porro después de comer.

Divorciarse es como hacerse la cera, cuanto más rápido te quitas los pelos, menos te duele.

No era tan sencillo, lo supe semanas después. Quizá por ello tomé una decisión esa tarde que pasó a verme. Le pedí que me recoja al cerrar la tienda, lo invité a ir de cañas (jamás el gilipollas diría que no a beber). 
Llegó  y le pedí que se siente en la trastienda mientras yo bajaba la persiana, cerraba las ventanas y aseguraba los cerrojos. Estaba sentado sobre una caja de madera en la que habían transportado Brühwurst (salchichas alemanas). Estaba desprovisto de armaduras, alegre por mi invitación y, con cierto toque inocente que le daba el colocón de, vaya a saber cuál de las drogas con las que siempre coquetea. 
Fue sencillo, me acerqué por detrás de su espalda y hundí con fuerza el gran cuchillo con el que parto costillas de vacas, carneros, cerdos. Entró por un costado (conozco el ángulo en el que debo penetrar para que el tejido óseo no sea obstáculo). A la tercera vez supe que había sido efectivo pero repetí el gesto 3 veces más. Mejor prevenir…

autor: gloria llopiz
 






9 comentarios:

Claudia Medina Castro dijo...

guay es cool??? excelente gloria. bien dicho!!

Adrián Granatto dijo...

Guay es cool, pero esta se pasa de guay...

@gloriallopiz dijo...

hahaha!gracias, chicos! Que gozada es escribir. Uno puede amar, echar serpientes por la boca y hasta matar y se queda tan livianito. :)

Calavera dijo...

Jajaja Buenísimo, Gloria!! :)

Cristian Barbaro dijo...

Muy hermoso...
Para reflexionar

@gloriallopiz dijo...

Calavera, gracias!!!

@gloriallopiz dijo...

Cristian: para esconder los cuchillos, hehe
Saludos y grax por la visita.

PROFEHUGO dijo...

pienso en algo metaforico lo del cuchillo, porqeu si n oya tengo escalofríos......
Pero lindo me gusto la redacción y el tema

@gloriallopiz dijo...

como siempre te digo, "es ficción Huguis" :), es lo bueno de escribir: lo que pasa puede ser "de mentira"
gracias, guapo